Los talibanes mientras gobernaron en Afganistán de 1996 a 2001 prohibieron la educación a mujeres y niñas.
Un derecho fundamental que les fue cercenado, pero no fue el único, las mujeres durante aquel periodo no podían votar, debían de ir cubiertas de la cabeza a los píes cuando salían fuera de sus casas e incluso no tenían derecho al acceso al sistema sanitario, por no hablar de otros derechos tan fundamentales como el de la dignidad como persona, estaban sometidas a los hombres, sufriendo situaciones de violencia de genero en un porcentaje aterrador.
En los diez años que han trascurridos podemos hablar de ciertos avances, hoy tienen derecho a votar y a la educación. Sí tienen derecho, pero en la mayoría de las situaciones no pueden ejercerlos, sobre todo en las provincias alejadas de Kabul.
Se producen constantes atentados contra las escuelas de niñas, sus profesores y alumnas.
Escuelas de niñas incendiadas, acido vertido sobre la cara de las niñas cuando van a la escuela o gases liberados en las escuelas, son procedimientos utilizados al objeto de disuadir a las niñas de ir a la escuela y a sus profesores de dejar de enseñar a las niñas.
Recientemente, en Febrero, se publico un estudio, realizado por grupos de ayuda humanitaria, el cual indica que existe un claro riesgo de que las niñas puedan acceder a la educación por la inseguridad, carencia de equipamientos y presupuesto y la falta de profesorado.
Tres meses después podemos leer en prensa la triste noticia de la muerte del director de una escuela de niñas por negarse a dejar de serlo.
Director en una escuela de niñas situada a tan solo una hora de Kabul, no estamos hablando de las provincias conservadoras alejadas de la capital.
Le mataron porque el no cedió a las amenazas, las amenazas de que dejara de ensañar a las niñas.